domingo, 30 de septiembre de 2012

¿Por qué es malo el fútbol colombiano?

Fútbol y paz
Soy hombre, eso significa en mi país que antes que tener una orientación política, partidista, o religiosa, debo tener una orientación futbolística, debo ser hincha de un equipo de fútbol. Por eso normalmemte queda un silencio maluco, cuando en una reunión algún otro tipo que acabo de conocer me pregunta si soy de Millonarios o soy de Santa Fe. He buscado todo tipo de respuestas que creo inteligentes, pero el resultado es el mismo... Silencio, una sonrisa que puede interpretarse segregacionista y, o alguien pone otro tema o mi interlocutor se voltea y habla con otra persona, o yo me aventuro a proseguir por el camino del fútbol diciendo por ejemplo en broma que soy de los que preguntan si ganamos o perdieron cuando se trata de ser hincha. Esto por supuesto genera aun más rechazo, y es escasa la respuesta conmiserativa a estas alturas.
Mis amigos ya me entienden y no joroban. De vez en cuando me invitan a su casa a ver un partido, pero algunos han llegado a decir que soy ave de mal agüero porque el día que decido aparecer, ése día la selección pierde. Ya se podrán imaginar lo seguido que me veo con mis amigos.
Y no es que no me guste el fútbol, me gusta ver de vez en cuando un partido, ver jugadas maestras como las de Pelé, las del Pibe, ahora Falcao, Messi, etc. Pero ya no me siento perteneciente a la cultura del fútbol. Ahora no tengo inconveniente de perderme un partido de la selección, es mas, aprovecho esas horas para hacer cosas como ir a centros comerciales, o viajar de regreso a Bogotá, porque las chichoneras se reducen ostensiblemente.
¿La razón? Siendo medio hincha del América por los años 90's y luego comenzando a pasarme a lo que era un promisorio Atlético Nacional, comenzaron a sonar algunos indicios de relación del fútbol con el narcotráfico. La decepción comenzaba a aparecer. Luego viene que matan a Andrés Escobar por meter un autogol, y la cosa se vuelve deprimente. Algo muy malo estaba sucediendo. Una selección Colombia que iba en crescendo cae fenomenalmente en el tercer mundial al que va.
Y entonces se rompen mis lazos.
Pero el fútbol sigue. Menos mal. Grave sería que se acabara sólo por eso y por todo lo que pasó por esa época y que hasta ahora me entero. Que asesinan a árbitros, que los árbitros principales deciden no pitar mas porque se sienten amenazados, que se compran partidos, que jugadores reciben presiones, etc.
Ahora JuanMa ha comenzado una jugada maestra con el tema de la paz. Todo Colombia se estaba haciendo la de la vista gorda mientras su gobierno tramitaba leyes y reformas constitucionales que apuntaban a lo obvio pero que no se decía, y era que se estaba entrando en conversaciones con las Farc desde hacía un buen tiempo.
Y la promesa aparece en el horizonte mediático. Se transmiten alocuciones con un realismo sorprendente, tanto que la grabación de las Farc emitida desde Cuba, falla, regañan a alguien y vuelve a comenzar.
Terminadas las presentaciones de ese día, ¿qué queda? Esperanzas de que por fin haya paz. Y curiosamnete sucede algo que no me esperaba, pero que era tan previsible como el resto, El Tiempo saca un completísimo trabajo de prospección sobre como sería el país si estuviera en paz...
De ahí surge mi reflexión: Llevamos mucho tiempo en guerra en este país, una guerra soterrada y ladina que se esconde y vuelve a aparecer con diferente nombre, pero que seguramente es la misma desde hace mas de 150 años, y que se finca en condiciones de todo tipo que se han reproducido a lo largo de la historia. Si se lograra la paz quedaría un vacío muy dificil de llenar. Y no me refiero al vacío de los miles de hombres y mujeres dedicados a la violencia de una u otra forma, combatientes, personal de apoyo, industria armamentista, industria de esparcimiento de tropa, y todo lo que se nos pueda ocurrir en relación con este tremendo negocio. Tampoco me refiero al vacío y el dolor de todas las víctimas que se han producido en todos los bandos y fuera de ellos, y que probablemente conserven rencor, dolor y otros sentimientos que habrá que administrar a ver si realmente se logra esa paz, mas allá de un papelito firmado por un par de señores.
Me refiero al vacío en el ethos social que existe en nuestro país. Y que podemos resumir en una falta de orgullo propio común que no ha logrado resolverse con Juan Valdez, Colombia es Pasión u otros mensajes similares.
Y ahí vuelve el fútbol. Jugando y viendo partidos siempre me molestó las triquiñuelas que se admiten en el juego con el fin de ganar. Es decir, que es tan válido jugar bien como saber meter un patadón para que el mejor jugador que va en carrera de gol caiga lejos de la zona de penalty y no la meta. O la falta necesaria, como dicen los comentaristas, para cambiarle el ritmo al partido.
Parecen leguleyos, como los que presentan miles de recursos en procesos penales como el que se le sigue a Samuel, o a Arias.
Y entonces sale una noticia increíble: que a alguien en Millonarios se le ocurrió la idea de devolver dos títulos que ganaron como club cuando el capo mas ñero era dueño del equipo. Ése era el tipo de ethos en que estaba pensando, un gesto de honor en la médula de este país que piensa primero en fútbol que en otra cosa. Y se arma el debate que da a relucir lo que se ha expresado anteriormente: la barra brava pone un cartel en un estadio que dice: "LA HISTORIA LOS HINCHAS EL JUGADOR SE RESPETAN, FUERA GAITAN", u otra "LOS PRESIDENTES ESTAN PARA GANAR TITULOS, NO PARA ENTREGARLOS" Ganar por ganar, como sea.
La idea sigue siendo buena. Un gesto para reconstruir ese ethos sobre la base del orgullo y no del facilismo. Pero quizá sueño. Millonarios no sería el único equipo, pero eso se hace por convicción colectiva, no por ley. Millos tiene la oportunidad de dar ejemplo, para que otros lo sigan. Para que el gobierno no bote millones en campañas de publicidad vacías, sino que se preocupe filosóficamente y activamente en recuperar en conjunto ese ethos, en reconstruirlo.

1 comentario:

  1. http://www.eltiempo.com/entretenimiento/libros/mauricio-silva-habla-sobre-su-nuevo-libro-el-5-0_12741996-4
    Es cuestión de priorizar la decencia o el orgullo.

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